Ya no quiero ser su poeta favorito, aunque creo que nunca le gusto uno de mis versos desequilibrados o de mis cuentos altos de norepinefrina.
No quiero vivir para contarlo, ni para contarla ni inventarle un cuento para hacerle reír. Su risa era esa cárcel de luz en mi universo debajo de las escaleras, ahora su nombre es un karma tatuado en mis versos.
Por eso ya no quiero volar cuando me mira, pretender batallar con ciclopes y dragones por rescatarla o ser el demente amante loco desempleado que pueda mantenerla en un castillo de un reino muy muy lejano.
Quiero que alguien me parta el hipotálamo de un grito y saque toda la oxitocina que me queda, que deben ser unas pocas palabras en un rincón. Mientras maquino que la muerte está echada mi cama esperando a que acabe estas líneas para poder llevarme…
(y tu futuro todavia no gatea pero que bien que te hace volar en tu cuarto)
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