martes, enero 12, 2010

Oxitocina

Tres veces tú. De subida al infierno. En el huracán de mi garganta. En un colapso agraviado y nocturno. En un réquiem bailable caprichosamente por el asalto de tus recuerdos esta noche. Cuando reto tu voz rozar mi oído. Y te clono para mí, en esta introducción.

Solo en mi caverna de junio pienso en ti. Sentado te amanezco en estas líneas proclives a lo difuso. Y contrariado restauro mi mirada baja de serotonina. Unos perros mordisquean el cielo como filo de una alfombra y la noche aparece cuando se abre ese telón. Me distraigo y una sombra me roba la razón mientras la afilaba. Y de pronto me abraza y se cola por mi piel. Me enredo con ella y me araña el conocimiento y me siento fuera de foco. Cuando me despierto recuerdo que mayo aun está en mi bolsillo y la libero. Pero me siento distraído del universo. Con el hipotálamo dictaminado insalubre mental. Me siento alto de norepinefrina. Y escucho tu voz en mi cerebro cansado y con el registro sanitario caducado, y supe que estabas en mí. Que mi cuerpo había improvisado una cárcel y no te dejaría en libertad. Mi fianza serias tú.

Mientras atravieso el umbral a ese mundo sano, cuerdo, que las personas se prohíben un asalto a la locura, los restos de luz del día fabrican una sinfonía que cuelgo en tu voz. Soy consciente que deje un viernes en sus manos, una noche toraxica que se nos mostraba infinita y una gota de océano en el país de sus sueños. Soy un escritor al que nadie lee, y que no le importa desennudarse la garganta inventando un universo plasmado un papel para usted. Y es que no hay nada más importante para mí, que cerrar los ojos e imaginar que la estoy secuestrando. Que la estoy llevando a una luna gris que poso ante sus ojos de hada sacada del sueño de una niña. Entre esos escombros azarosos que rugen al mediodía en tu piel.

Camino lerdo entre octubre y mayo. En esa colina de ciegos asesinados por los colores. Y me tropiezo con un mito en la arena que despierta y me dice que deje de soñar, la vida comienza con la luz apagada. Suena una granada que atiborra mis pasos de procacidad. Y huyo de mi cordura. Me envuelvo de un sueño despertado y cruzo los dedos para que los perros mordisqueen la alfombra de estrellas y el sol tueste el cuello del firmamento otra vez.

Salgo y busco tu sombra detrás de la cortina de mis ojos. Un as de oscuridad sopla en mi espalda. Me mete cabe y ruedo por la acera destruida por los pasos de la luna. Un señor barbón de blanco me toma de la mano y me inyecta fe en mis venas. Todo se vuelve gris nube. Unas lágrimas salen de mis ojos y se suicidan. Mientras caen gritan tu nombre, y de pronto, soledad.

Déjame dibujarte este plan con un beso en tu espalda. Registraras oxitocina antes de morir. No soy malvado ni perverso, solo un sobreviviente de ver tu boca y no poder olvidarla. De tatuar un te amo en un te temo. Soy un desconocido en mi habitación, cuando tu ya no apareces entre lo oscuro silencioso de mi cuna. A lo verso siniestro te recuerdo un manifiesto reojo del sanguíneo oleoducto. Ayer se me restaura en mis dedos y cae mientras vuela en parapente entre las hojas de un libro vejado por su autor. Tus rizos galopan mis recuerdos cual montaña abisma a los tripulantes. Tu mirada oxilita mi luz y la descuartiza. Tu voz amor, recuerdo tu voz en un cartílago del tiempo que se doblo en las esquinas. Estas lejos y tan cerca está tu voz que puedo rozarla en un sueño en la acera. Tus manos aun brotan desde la semilla del recuerdo alfombrado por su olvido. Es extraño todo. Te extraño todo. Desde ese beso elíptico que inventabas detrás del océano hasta esa mirada que ayer me dejaste en la almohada cuando despierte y no estabas mas.

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