Mi alter ego busca el punto que perdió la pupila en estas hojas llenas de letritas. Yo solo le pongo nombre a mis trazos. Este trazo de mi vida responderá al nombre de recuerdos. Porque no olvido tu mirada, tu tacto, tu epidemia, tu roce con la acera pragmática y tu voz nadando en un mar de vuelcos apagados en un hemisferio azul sin masa cuántica en un verso polígrafo. No puedo borrar tu caminar, tu risa, tu sonrisa, ese gesto que ondulas en el aire en tu paseo subterráneo de las marmotas que huyen cuando el silencio se apaga y arañan con su voz, las más afinadas cigarras. O tu sensibilidad, tu aire intelectual, tu verso, o el poeta que muere por un beso para que construya una luna de concreto y habite su estigma con el sinónimo de libertad porque contigo era menos gris el cielo.
Hasta el arpegio detrás de tu rubor es una sinfonía mediática sin sentido para el universo excepto para mí.
Patino en tu aroma de cenicienta de cantina. Exijo una respuesta de un sin razón. Caigo y me despierto aún cayéndome. ¿Qué es esto? ¿Por qué sangro cuando escribo? si cada vez que escribo en mi teclado siento como si estuviera maquinando una melodía en un piano.
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