Ayer te vi y sin conocerte lo suficiente, hoy te extraño extraña. Pero ¿Cuánto es suficiente? ¿Acaso habrá algún matemático capaz de cuantificar la extrañeza de la nostalgia? ¿O un Dios que mientras toque su lira y lanze inciertamente unos dardos, plasme en dos personas un “te extraño” que nunca salga de su boca más que lo griten sus lágrimas? Y aún asi… sin conocerte… te extraño, que extraño. Y sigo pensando que regresaras…
Cuando te veo latear por los pasillos me da flojera ir hacia ti. Cuando te escucho cada palabra me da no sé qué, pero a veces pienso en otras cosas. Cuando ríes no me gusta reír contigo.
Por eso cuando te veo… no sé, quiero correr hacia ti pero tus palabras me hacen pensar en con que toque mágico trazar una sonrisa para que cuando rías puedas detener mi mundo y ponerlo al revés. Tienes esa gracia de atar mis manos a mis pies y darme de comer locura. Si tan solo me pudieras observar que cuando te escribo lo tipeo con los ojos cerrados alucinando que mi teclado es un piano y maquino una canción para ti, mi insana inmortal, mi princesa real que escapó de un cuento para naufragar en estas líneas. Si sabes que me gustas qué más da, si mi destino te hizo aterrizar en mi lado moral. Pues quédate y si algún día te vas, pues mando a la mierda todo y me iré contigo.
Ayer te vi, y hoy es hoy y se acabó y no te vi lo suficiente. Te extraño extraña, pero dejaré de decir eso porque me di cuenta que aún para ti soy un extraño… y hoy casi te digo que te extraño...