viernes, mayo 21, 2010

Princesa oxcitocinica


Patino en tu aroma de cenicienta de cantina. Exijo una respuesta de un sin razón. Caigo y me despierto aún cayéndome. ¿Qué es esto? ¿Por qué sangro cuando escribo? si cada vez que escribo en mi teclado siento como si estuviera maquinando una melodía en un piano.


Mi taaaaaaaaaaaaaaacto se envuelve (patiné otra vez pues bostezaste octubre por el cenicero) en una dosis precaria de insanidad. Mi dermis se convierte en una epidemia. Epidémico, en un verso elíptico hipnótico y metafísico, en tu rostro hiperbático que cose tu sonrisa enigmática. Un segundo estático me empuja a recordar tu mirada frenética. En tus pies, un pentagrama yámbico y una estrella clorhídrica, análoga y toxica. Tu risa lacónica que hace juego con mi aire de sinóptico. En ese mar biográfico muere de un frio artrítico en sus venas nórdicas. Tu, mi razón ecléctica, mi sexto sentido mágico, la consonante de un alfabeto lúdico, en mi tez de quimérico eléctrico que se guarda un retazo del ático que dejo por debajo de la lluvia famélica. Te quiero y lo acabo de descubrir de una manera errática, de mis ojos cuánticos a mi cordura maniática. Secuéstrame en un pacto herético y regístrame en tus manos numéricas. Encarcélame en una celda polígrafa y un beso básico tuyo que invente. En una despedida orgánica un segundo aromático en tu cuartel de princesa mediática.

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