Tengo pánico de besarte. De que mis atolondrados labios no estén a la altura de su beso inacabable. De que mis manos traicionen y se deslicen mal en su piel infinita. Tengo pánico de cómo mover mi cabeza al compas de la suya. Tengo miedo de morder sus labios y que le pueda causar dolor. O de abrir los ojos. O de que usted me bese tan solo porque es una extensión de amarme y su beso, tan solo sea una pausa de la tormenta.
Tengo pánico de no gustarte. De que huyas cuando me veas o cuando volteas piensas estar en otro lado. De que cuando tome tu mano te sepa a extraño. Cuando te abrase no sientas amor sino tan solo calor. Cuando caminemos y rías por tonterías no sientas volar de tanto amar. Tengo pavor de que tus manos no rosen mi piel. De que tu dedo índice no intente al menos explorar tierras extrañas en mí. Tengo miedo de un beso en la mejilla. De una ausencia tan cerca de ti. De un hoy no puedo salir. O hasta de un vaso de agua a medio terminar.
Tengo terror de ver solo mi sombra en la acera. De solo pedir un helado al vendedor. De escuchar una música y solo yo cantarla. Tengo miedo del amor y del amor ausente. Tengo miedo de quedar loco y huir hasta de mí. De no querer seguir viviendo o muriendo mientras vivo o con ganas de vivir muriendo de a pocos. O que mi guitarra no toque tu corazón. Ni la canción que te tengo guardada.
Tengo mucho miedo de sentir frio y tu horror. O tu frio y yo no pueda calentarte. Tengo pánico de abrazarte y me digas, tengo calor. O que mires la hora y te preguntes cuando se va. Tengo terror-pánico hasta que te aguantes eso. Que todo sea sueño. No tengo miedo de cerrar los ojos sino de abrirlos. Y ver que me leas. Y sonrías.
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