martes, noviembre 04, 2014

Dos botellas de Jager

Estoy condenado a amar a una mujer que no me ama, y que me llevó a la cama como quien lleva marihuana a la casa de su abuela. Estoy en ese trance de no aceptar que algunos sueños no pueden hacerse realidad, y que el amor es como una puta que encuentras en cada esquina de la ciudad.

Estoy entre el frío de noviembre y el frío de sus abrazos. Entre su mirada de loca cuando llega al orgasmo. Estoy en medio de una balacera entre sus recuerdos y dos botellas de Jager en el suelo, junto a su ropa. Esta es la última línea que le escribo, y la última línea de coca que aspiro en su ombligo.

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