Ese roce de tus versos a mi tez. Esa tez que ahora me prohíbe el planeta. Ese planeta de tus ojos. Esos ojos que mueren en el mar. Ese mar ubiergo de cenizas tacitas. Esas cenizas que mueren en tu voz. La voz que fricciona un imberbe cuento. Ese cuento que nace en tu mirada. Esa mirada que acosa una prosa. Esa prosa que quiebra la voz de una cigarra. Esa cigarra que canta alrededor del mundo. Ese mundo que muere en tus manos. Esas manos por las cuales yo moria y ahora prometo no morir mas.
Esos pasos que recogía después que pasaras por la luna. Esa luna que me hizo el amor. Ese amor que viajaba en tren. Ese tren que iba a tus pies. Esos pies que pasaron sobre mi cuerpo. Ese cuerpo que te aburriría recorrer. Ese recorrido de un grito a mi guitarra. Esa guitarra que ya no cantara mas a tus ojos. Esos ojos por los cuales yo moria y ahora prometo no morir mas.
Esa canción que hierve en tu piel. Esa piel que mis labios robaron su olor. Ese olor que delira mi argumento. Ese argumento que sobrevive en tu voz. Esa voz porno por teléfono. Ese teléfono que me pide que te llame. Esa llamada que seria sin razón. Esa razón ciega que espera tu sonrisa. Esa sonrisa por la cual yo moria y ahora prometo no morir mas.
Ese pecado febril de tus besos. Esos besos que nunca fueron mios en el dia. Ese dia que se fue todo a la mierda. Esa mierda que escribe media canción infinita. Esa canción que esquiva tus lluvias. Esas lluvias que claman hierba. Esa hierba que ardía en tu boca. Esa boca por la cual yo moria y ahora es otro el que muere.